- Estacionalidad. La curva del paro registrado mantiene, año tras año, el mismo dibujo. Hasta febrero o marzo (en función de la Semana Santa) crece el desempleo y a partir de ahí comienza a mejorar la situación hasta julio o agosto, con un ligero repunte del paro en otoño hasta que la campaña navideña trae nuevas contrataciones. Sólo que el final de 2016, ni noviembre y ni diciembre fueron tan positivos como cabría esperar.
- Intensa bajada del paro. Octubre de 2013 fue el mes en que la tendencia del paro registrado cambió de signo: tuvo un descenso interanual (respecto al mismo mes del año anterior) del 0,46%. Desde entonces, ese porcentaje ha ido, con pequeñas recaídas, incrementándose hasta superar el 9% durante el último tramo de 2016. Es decir: el año pasado la bajada del paro se ha acentuado.
- Dos velocidades: todos los indicadores del empleo muestran siempre dos realidades territoriales bien distintas, la del norte y la del sur de España. En 2016 este patrón ya conocido volvió a repetirse: La Rioja, Cantabria, Baleares, Cataluña, Castilla y León y Aragón mostraron un descenso interanual por encima del paro registrado por encima del 10%. En el extremo opuesto, en Extremadura, Canarias y Andalucía no llegó al 7%.
- La cara negativa: las tres claves anteriores han puesto el acento en el paro registrado y su positiva evolución. Pero hay otros indicadores no tan positivos: temporalidad, parcialidad, estancamiento de la población activa, salarios… Y 2016 no ha dado buenas señales en ninguno de los problemas que viene manifestando el mercado laboral y que tienden a hacerse crónicos si no se actúa pronto sobre ellos.