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Valoración datos de la EPA del tercer trimestre de 2020

 

Los datos del empleo durante el tercer trimestre de este 2020 reflejan la compleja realidad económica española como consecuencia de la pandemia. La Encuesta de Población Activa publicada hoy por el INE registra un incremento de la cifra de parados de 355.000 personas con respecto al trimestre anterior, mientras que la ocupación también aumenta. En concreto, hay 569.000 personas más ocupadas que en el segundo trimestre. Como resultado, la tasa de paro se ha situado en el 16,3 %.

Más allá de lo que señalan estas grandes cifras y de la preocupante situación socioeconómica que se vive en España, merece la pena poner el foco especialmente en el grupo de los más jóvenes, porque parten de una situación precedente muy complicada en términos laborales. Así, la tasa de desempleo de los menores de 25 años se ha mantenido, desde la crisis de 2008, muy por encima de la del resto de países de nuestro entorno. Y con la aparición de la Covid-19, ha vuelto a incrementarse de forma intensa.

 

La EPA que hemos conocido hoy ahonda en esta situación. La tasa de paro de 16 a 19 años es del 55,9 % y la de 20 a 24 años del 37,2 %, muy superiores a la media nacional. La única buena noticia es que su comportamiento en términos de actividad (los que trabajan o están buscando trabajo), ha sido similar al del conjunto de la población y ha repuntado en el tercer trimestre después de haber caído de forma intensa en el segundo, un hecho que puede atribuirse a los empleos estacionales del verano.

Pese a todo, las altas tasas de paro de los jóvenes tienen sus implicaciones a largo plazo, en términos de cohesión social e incluso para la sostenibilidad del sistema de pensiones. La respuesta no puede ser otra que la educación. Los datos de la EPA confirman que el nivel de estudios es un factor clave para la empleabilidad futura de los jóvenes.

Así, entre los 25 y los 29 años (un periodo en el que se considera que una gran mayoría de los estudiantes universitarios han concluido ya su periodo formativo y permite, por tanto, una comparación más equilibrada) la tasa de paro de los que tienen estudios superiores es del 19,8 %, mientras que sube al 32,9 % entre los que tienen educación secundaria y al 37,8 % entre los que no pasaron de la educación primaria.

Hay, por tanto, que garantizar la formación de más jóvenes y en niveles más altos, máxime en estos momentos en los que los apuros económicos provocados por la pandemia puedan lastrar las aspiraciones educativas en las familias más desfavorecidas. Pero hay que hacerlo también apostando por una educación que esté alineada con las necesidades presentes y, sobre todo, futuras de un mercado laboral que ha de responder a los retos de la digitalización y la globalización.

Si los fondos europeos son la mayor esperanza para la economía española, difícilmente se encontrará una inversión más necesaria y rentable a largo plazo que la apuesta por una educación orientada a modernizar el tejido productivo, a inventar caminos sostenibles y a aprovechar las posibilidades de la digitalización. Porque España no puede permitirse otros diez años de jóvenes alternando desempleo y precariedad.

Nota de prensa