Los datos de la EPA conocidos hoy, correspondientes al último trimestre de 2020 vuelven a poner de manifiesto dos evidencias: el empleo sigue sufriendo ante las limitaciones a la actividad que impone la situación sanitaria y los ERTE por Covid-19 son el escudo que impide que ese daño sea mayor.

Pese a que el último trimestre del año consiguió mejorar ligeramente la ocupación, los datos dan buena cuenta del bache del mercado laboral durante 2020: a finales de año hay 622.600 personas menos trabajando que a finales de 2019, lo que supone un 3,12 % menos. La cifra de desempleados ha aumentado en 527.900 personas (un 16,54 %) en este plazo de tiempo y se sitúa en 3,7 millones de personas.

Del papel de los ERTE en frenar lo que podría ser un torrente dan cuenta los 815.600 ocupados que a durante el último trimestre de 2020 trabajaron menos horas por regulación de empleo o paro parcial. La apuesta —del Gobierno, pero con la participación de empresarios y sindicatos— por mantener este escudo tanto tiempo como sea posible la encontramos en la prórroga recientemente aprobada que permitirá que el modelo perviva sin cambios sustanciales, al menos, hasta finales de mayo. Casi dos oleadas de la EPA más.

Ese plazo y el de la gran vacunación a grupos prioritarios (planeada en tres etapas distintas hasta el mes de junio) ponen ya la mirada de todos en la campaña de verano. ¿Qué se podrá y qué no se podrá hacer entonces? Y es que la vacunación no ha arrancado al ritmo necesario y la tercera ola en la que estamos inmersos nos advierte de que hay grandes riesgos y conviene actuar con prudencia.

Por eso el escenario genera dudas, como las que expresa el FMI al recortar la previsión de crecimiento de la economía española en 2021 al 5,9 %, en lugar del 9,8 % que augura el Gobierno. Parece que, en esa fase de crecimiento económico una vez superada la pandemia, serán esenciales los ingentes fondos europeos que percibirá España, pero, mientras tanto, la principal herramienta para evitar la destrucción de empleo son los ERTE, que parece que podrían prolongarse mientras haya limitaciones a la actividad.

En cualquier caso, los ERTE se definen —lo llevan en el nombre— por ser temporales. Eso significa que, en algún momento, habrá que quitar el escudo y descubrir la gravedad de la herida y del enfermo. Mientras tanto, los afectados son personas que viven con angustia su situación atrapados en una situación laboral de Schrödinger (la paradoja del gato que está vivo y muerto al mismo tiempo): hasta que no acaben los ERTE excepcionales no sabremos cuántos siguen teniendo trabajo y cuántos no.

Nota de prensa