Valoración de los datos de la Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2015
Barcelona, 28 de enero de 2016.- El año 2015 ha dejado una rotunda cifra: del 1 de enero al 31 de diciembre casi 700.000 personas abandonaron su situación de desempleo en España. En paralelo se ha producido un aumento algo más moderado (525.000 personas) en el número de ocupados. La tercera gran magnitud de la Encuesta de Población Activa (EPA), cuyos datos al cierre del ejercicio ha difundido hoy el Instituto Nacional de Estadística (INE), es la de la población activa (que mide las personas que trabajan o están en disposición de hacerlo) y aquí no hay recuperación: en 2015 registró un descenso de 153.000 personas.
De la combinación de esos factores se obtiene la tasa de paro del 20,9% que deja el año y que supone casi tres puntos menos respecto a la que había al final de 2014.
Pero no conviene perder de vista ese dato de población activa que no remonta. Hay interpretaciones coyunturales que explican que haya 600.000 personas menos en disposición de trabajar que en 2011 y 2012: el desistimiento laboral de muchos parados que han bajado los brazos tras tantos años de crisis y el volumen de la emigración durante este periodo.
También existe una razón puramente demográfica: la generación del baby boom ha comenzado a pasar a la reserva. Si el comienzo de esa generación se sitúa en 1946, significa que sus miembros empezaron a jubilarse hace cinco años. Por el contrario, los nacidos en los años 90, y que en teoría estarían incorporándose ahora al mercado laboral, son muy pocos: en 1996 nacieron 360.000 personas, poco más de la mitad de los casi 700.000 de 1964. Su cifra no alcanza a suplir a los muchos que rondan los 65 y lo abandonan. Por eso parece complicado que, aunque la tendencia del descenso del paro continúe, la cifra de población activa consiga remontar en la próxima década, salvo que se lleve a cabo una actuación decidida.
Los salarios, la estabilidad laboral, la conciliación, las expectativas profesionales, la protección social de las familias… Estos elementos son los que favorecen la natalidad en las sociedades occidentales. El tipo de empleo que se está creando, reconocible por su precariedad, parcialidad y temporalidad, no va en esa línea. La reducción de las redes públicas de apoyo, con la prestación de desempleo como ejemplo sintomático, tampoco. La economía, la demografía y la política social tienen hilos que las mantienen unidas. Y la cifra de población activa del presente y del futuro –las pensiones de unos que pagará el trabajo de otros- depende de cómo se muevan.